viernes, 14 de mayo de 2010

Olvido recuerdos; recuerdo olvidos...

El silencio habla a voces, pero estamos tan pendientes de decir la última palabra que pasamos por alto su significado.

Nocturna soledad capaz de hacer zozobrar las almas más calmadas y apaciguar las agitadas.
Tu silencio hueco nos iguala.

Música en el corazón; inspiración en los oídos.

domingo, 9 de mayo de 2010

Última decisión

Esta mañana salí a pasear con Eko. Aún era muy temprano, las calles estaban solitarias y el cielo plomizo. El día anterior estuvo lloviendo sin parar y el domingo parecía seguir el mismo camino. La brisa mesaba mis cabellos y despejaba mis ideas. Silencio hueco sólo roto por las rítmicas pisadas de mi perro. Tras veinte minutos de sereno paseo atisbo a lo lejos un coche de bomberos y varios de policía; un pequeño número de viejetes madrugadores con sus boinas para protegerles del frío les acompañaban. Apagué mi mp4 y seguí la ruta que acostumbro a hacer con Eko y que me llevaría al lugar de los hechos.
La escena parecía la imagen proyectada de una película. Murmullos, movimientos de preocupación y dudas, pero silencio, reinaban el ambiente. Sólo hasta que estuve a escasos metros pude sentir la desgracia; en mis oídos y en mis pupilas. Guantes de látex abandonados en el suelo y un policía tapando un cuerpo sin vida con una sábana. Tuve que sujetar a Eko, su intuición detectó que aquella situación no era ni mucho menos habitual.
No vi su cara, pero sus pies me dieron a entender que se trataba de una mujer. Adolescente o adulta lo desconozco, pero ¿qué más da? Sobre aquella plataforma de aluminio yacía un persona cuya vida había llegado a su fin, y ¡de qué forma! Al parecer se había ahorcado; todos los indicios apuntaban a un suicidio. Precisamente anoche, también con Eko, estuve paseando en ese mismo lugar. ¿Entre las personas que allí se encontraban, aparentemente felices y sin grandes preocupaciones, se encontraría la chica que ahora descansaba eternamente sobre el mojado suelo?
Hoy, no consigo quitarme de la cabeza a la familia de esta chica. Si cualquier muerte, natural o no, ya es una tragedia, siempre he pensado que un suicidio, sea cual sea la forma de llevarlo a cabo, es una puñalada para la familia. Sentimientos de culpabilidad e incomprensión. ¿Se podría haber evitado? ¿No se hizo lo suficiente? ¿En que se falló? Supongo que serán preguntas habituales entre los familiares. O incluso puede que resultara una sorpresa y un hecho que jamás pensaron ni intuyeron que pudiera ocurrir. Pero ocurrió.
En muchas ocasiones he escuchado decir que el suicidio es cosa de cobardes, sin embargo jamás he compartido esta afirmación. Sí, la persona que opta por esa decisión cree que no hay otra salida para sus problemas, y puede que no esté en lo cierto, pero acabar con la propia vida debe suponer una buena dosis de coraje y sangre fría. Dejar atrás a tantas personas que te quieren, abandonar ilusiones y sueños, jugarlo todo a una sola carta. Puede incluso que gran parte de nosotros, en momentos tan complicados que se nos escapan de las manos, hayamos llegado a contemplar esa opción como única salida, pero de ahí a cumplir esos pensamientos puede existir un abismo.
En el post de ayer hablaba de los trasplantes de alma y de la cirujía espiritual. Quizá, si se pudieran realizar, habría desgracias evitables. Es sin duda el cerebro y nuestros pensamientos un terreno desconocido y seguramente jamás se llegue a conocer, pero es el precio que hay que pagar para no convertirnos en idénticos y mecánicos robots.

sábado, 8 de mayo de 2010

Sin rostro

Esta tarde, al coger un libro de la estantería, ha salido planeando de entre sus páginas un recorte de periódico. Al recogerlo del suelo, he visto que se trataba de un artículo que recorté hace ya unos meses y que decidí guardar tras conmocionarme con su lectura. Recuerdo que se encontraba en la esquina inferior de una página par, pero algo en él me llamó. El motivo por el que decidí proteger el grisáceo artículo entre las páginas de "Los buscadores de conchas" lo desconozco, pero si esta melancólica tarde de sábado el destino ha querido que recuerde su lectura, no puedo más que compartirla con vosotros.

"Este es un artículo incómodo, escrito a vuelapluma sobre el respaldo de una silla de hospital. Un artículo que nace por dos circunstancias hospitalarias. Por un lado, el doctor Pedro Cavada acaba de anunciar el primer trasplante de cara realizado en España; por otro, no hace ni diez minutos que he dejado a mi mujer a las puertas de un quirófano. Ya sé que está en buenas manos, que la operación carece de importancia, que ella iba sonriendo y dándome ánimos, como si el enfermo fuera yo. Pero es precisamente esa sonrisa y esa fortaleza la que me ha dejado desarbolado; porque ella es un roble, pero a mí me temblaba hasta el aliento. Habría dado cualquier cosa por tener a mano al equipo del doctor Cavada para que me pusiera una cara que no transparentase el miedo que le tengo al breve espacio en que ella no está. No ignoro que alguna vez en la vida todos hemos soñado con cambiar de cara. Curiosamente, cuanto más jóvenes menos satisfechos estamos con ella. Al menos a mí me ocurrió, acaso porque nunca fui lo que se dice un tipo guapo. Pero, mira por dónde, un día me sirvió para ligar mi vida a una mujer como no se puede pedir más, y hasta logré que se casara conmigo, por la cara. Ahora la he visto perderse tras una puerta de hospital y es como si al mundo se le parara el pulso. Me he quedado como un pasmarote frente a la puerta, pensando en que un día no muy lejano cambiaremos de cara como quien cambia de camisa, que los cirujanos no saldrán en los papeles sino cuando consigan trasplantes de alma y cirujía espiritual, y que todo eso importará un carajo mientras nos siga azuzando el miedo a perder la única cara que en verdad le da sentido a nuestras vidas. Hasta que no se abra esa puerta y me devuelvan la cara que yo me sé, yo sólo soy un hombre sin rostro".
Florián Recio

miércoles, 5 de mayo de 2010

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A riesgo de perder la luz del sol sacrifiqué mis noches para contemplar sus estrellas.

Confié en tu brújula, y tan sólo resultó ser un imán sin norte.

Estalactitas recorren sus mejillas. Pobre niña que soñaba con surcar mares cual sirena, para acabar chapoteando en una herrumbrosa bañera junto a un descolorido pato de goma.